No fue un elemento de construcción empleado en la época antigua pero su nombre procede de la denominación dada por los arquitectos barrocos, a partir de la descripción que se hace en la Biblia de las columnas del gran templo del rey Salomón en Jerusalén, destruido en el año 586 antes de Cristo. Se dice que este templo tenía dos columnas principales flanqueando el vestíbulo, con fuste retorcido, cuyos nombres eran Boaz y Jachin, que simbolizaban respectivamente la fuerza y la estabilidad.
Una columna salomónica comienza en una basa y termina en un capitel, como la columna clásica, pero el fuste tiene un desarrollo retorcido de forma helicoidal que da comunmente seis vueltas y que produce un efecto de movimiento, fuerza y dramatismo. La introducción de la columna salomónica en el barroco manifiesta la condición de arte en movimiento. En muchas ocasiones se encuentra el fuste cubierto con decoración vegetal a base de hojas de parra. Los capiteles pueden ser de diversos órdenes, predominando el compuesto y el corintio. Es corriente que su uso sea más como una columna ornamental, que tectónica, por lo que es muy habitual que aparezca en retablos o adosada junto con otros adornos.
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